¿Hasta que punto una obra pertenece a su creador y no a cualquier hijo de vecino que simplificando radicalmente los procesos de creación y desarrollo de una obra, toma crudamente el trabajo ajeno y lo expone en nombre propio? A ese duro cuestionamiento nos ha llevado el artista visual argentino Pietro Cantarillo cuya instalación montada en la Trienal 2009 de Antofagasta, con presupuesto de $10348782 millones de pesos, no es nada más, ni nada menos que una vil copia de la Anunciación (Annunciazione) de Leonardo Da Vinci. Suponemos que Cantarillo cree que los antofagastino no somos más que una manga de provincianoes ignorantes incapaces de reconocer frente a nuestras narices a una de las más grandes obras de nuestros tiempos.
Pero pese a Donde está Elisa, Yingo, o Gigantes con Vivi nuestro intelecto no se ha adormilado lo suficiente como para olvidar que antes de Cantarillo, otro genio intentó plasmar el encuentro de Maria con el Ángel. Al parecer nociones como reinterpretación, o si ya estamos en esto, directamente plagios, se encuentran a la orden del día. En este caso particular, analizando en detalle el montaje del plagiero argentino, podemos señalar que al igual que en la obra de Leonardo, aquí se muestra a la Virgen a la derecha y el ángel a la izquierda, lo que ha sido siempre una característica de las pinturas florentinas. Además, la cabeza del ángel copia el esfumado típico de Leonardo. De todos modos cabe advertir que en el montaje de Cantarillo hay una mayor simplificación y convencionalismo en la composición de los rasgos, esto puede atribuirse esencialmente a su relativa inexperiencia y al apuro por cumplir los plazos de entrega de la Trienal. Y así, hasta ahora, mientras Cantarillo goza de la gloria y la fama el pobre Leonardo Da Vinci debe estar revolcándose en su tumba allá en la capilla de Saint-Hubert en el Castillo de Ambroise. Sin embargo, tengo la idea, la convicción, la esperanza, de que Da Vinci, un hombre eminentemente de acción, y pese a contar con la considerable desventaja de llevar cinco siglos muertos es capaz aún de una respuesta mejor que nuestros ahogados lamentos proferidos desde la trinchera segura y cobarde de la mera critica. He tenido un sueño, y en aquel sueño el Renacentista por excelencia se acerca.